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14,25 €Picasso nació viejo, como viejo era el siglo que lo vio nacer. El XIX fue un siglo glotón. A su fin, habÃa devorado todo: el espacio y el tiempo, las conquistas coloniales, los paÃses lejanos, las últimas fronteras. Pero también las culturas más insospechadas, las costumbres más extrañas, las prácticas más chocantes, las civilizaciones más exóticas. ParecÃa que la ciencia, el progreso, las técnicas tenÃan que ser sus próximas y últimas conquistas. Por una parte, Bouvard y Pécucher, y por otra, Des Esseintes. Todos los saberes, hasta los más dudosos, todas las borracheras, hasta las más innobles. ¿Qué podÃa engullir entonces un joven pintor hambriento como Picasso? Sobre todo en contacto con un artista académico, su propio padre, Ruiz, que era una enciclopedia de modelos y saber hacer. Pues bien, tendrÃa que empezar de cero. Volver a los orÃgenes. Rodear el inmenso macizo acumulado, sedimentado, pulido de los saberes para encontrar la fuente: puede que Grecia, en tiempos de los arcaÃsmos. Una Grecia primitiva, salvaje, violentamente coloreada, terrorÃfica, sin el filtro de las interpretaciones clásicas. ¿Cómo llegar a aguantar el resplandor directo de ese primer fuego, que quema como la divinidad, al que tampoco se puede mirar de frente?